La Policía Local de Oviedo ha atornillado dos señales -una de prohibición y otra que informa de que la zona está vigilada por cámaras de seguridad- en los muros trasero y lateral de la iglesia de San Tirso, junto a la Catedral. El templo, de origen prerrománico, fue fundado por Alfonso II «el Casto» en el siglo IX, y está declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y Monumento Histórico-Artístico. Fuentes de la concejalía de Seguridad Ciudadana, de la que depende la Policía Local, afirmaron ayer «desconocer» este hecho. «Es asunto de la Policía, sólo podemos lamentarlo», apuntan las mismas fuentes, que insisten en responsabilizar al cuerpo municipal de seguridad.
Las dos señales pueden apreciarse desde la plaza de la Catedral -la de prohibición- y desde los tránsitos de Santa Ana y Santa Bárbara, la que informa de la vigilancia por cámaras. Para colocar las señales se han utilizado seis tornillos de calibre grueso -tres para cada una-, tras agujerear los sillares del templo. Además de la propia protección cultural y patrimonial del templo, la iglesia se incluye en el entorno de protección de la Catedral, aprobado por el Ministerio de Cultura. Una de las señales, la colocada en el tránsito de Santa Ana, está atornillada muy próxima al denominado «muro testero» de la cabecera del templo, el único que se conserva de la iglesia prerrománica original tras el incendio de 1521. En esta zona del monumento se aprecia la ventana trífora, característica de este período artístico.
FUENTE: www.lne.es
Con tapabocas en menos de cinco minutos, dos delincuentes armados con un rifle, asaltaron una joyería en el interior de un centro comercial en San Nicolás y se apoderaron de cuatro millones de pesos en joyería y diamantes.
El robo con violencia ocurrió alrededor de las 11:00 horas del domingo, en el negocio “Joyerías de Cristal”, ubicadas en el interior de la plaza comercial Citadel, sobre la avenida Rómulo Garza.
Los movimientos realizados por los delincuentes, quedaron totalmente grabados por las cámaras de circuito cerrado de seguridad.
El video de dos cámaras, ya se encuentra en poder de los agentes de la Policía Ministerial del Estado, quienes lo analizan en las instalaciones de la dirección de Servicios Periciales de la AEI.
La policía informó que en el video se ve claramente como los delincuentes ingresan a la joyería y ya llevan el rostro cubierto con tapa bocas y una gorra beisbolera.
De acuerdo a las primeras investigaciones, se reveló que los delincuentes llevaban un rifle escondido en una funda para raqueta.
Al llegar al mostrador, los delincuentes amenazaron con maldiciones a la encargada y a una de las empleadas de la empresa.
Posteriormente, uno de los sujetos brincó de inmediato el mostrador y se apostó cerca de la vitrinas, donde obligó a las empeladas a entregarle por lo menos 15 relojes mido, con un valor comercial a los 7 mil pesos cada uno.
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Tenían las imágenes de las cámaras de seguridad, que filmaron el intento de robo a mano armada, y habían centrado sus investigaciones en un joven de 19 años. Cuando lo localizaron y vieron su teléfono móvil, aumentaron sus sospechas. Como salvapantallas, el individuo había puesto una foto en la que vestía la misma cazadora que llevaba el atracador al que iban buscando, así que se lo llevaron detenido.
Los hechos por los que se le investigaba sucedieron pasada la medianoche del día 5. Todo comenzó cuando una dotación de la Policía Local adscrita a la Jefatura de Carretera de Cádiz se topó en la zona de Héroe de Sostoa con un menor que iba corriendo por la calle. Les resultó extraño. Los agentes le preguntaron qué le ocurría y el chico respondió de forma «vaga y contradictoria», según explicaron fuentes policiales.
La patrulla decidió retener al chaval y acercarse a un comercio cercano por si había pasado algo. Allí se entrevistaron con sus dueños, una pareja de origen chino, quienes les informaron de que acababan de sufrir un intento de robo a mano armada, que ellos mismos consiguieron frustrar.
Las víctimas contaron a los agentes que minutos antes habían entrado en su establecimiento dos jóvenes con las caras tapadas y uno de ellos armado con un cuchillo. Solo dejaron al descubierto sus ojos. Un asaltante ocultó su rostro mediante un pañuelo y una chaqueta con capucha, mientras que el segundo se puso una braga para el cuello y un gorro de color negro.
Según el relato que hicieron los comerciantes a la policía, uno de los jóvenes le colocó el arma blanca en la espalda al dueño del negocio para intimidarlo. Entonces, su mujer salió en su ayuda. Ante la resistencia de los tenderos, los dos sujetos se dieron a la fuga.
En las calles Figueroa, América, Tarapacá y en la avenida Buenos Aires, de La Paz, las joyerías se suceden una detrás de otra, instaladas en precarios tenderetes e improvisados locales, que no cuentan con ninguna medida de seguridad. La Razón visitó 20.
Pese a la cadena de golpes contra joyerías de La Paz y Cochabamba y las millonarias pérdidas ocasionadas a sus dueños, los propietarios de las dos decenas de negocios que visitó este diario revelan que no tienen ni cámaras de seguridad ni sistemas de alarmas. Sólo un guardia de seguridad privada vigila la calle Tarapacá.
“No tenemos ni cámaras ni alarmas. Luego de un robo que sufrimos el año pasado, nos vinimos a vivir al piso de arriba para poder vigilar. Con un ojo dormimos y con el otro estamos atentos a cualquier cosa”, cuenta Ramiro Peñaloza, dueño de Claudia, joyería ubicada en la calle América.
Al ingresar a su negocio hay dos estantes con collares y anillos de oro y de plata distribuidos en soportes. En el mostrador principal brillan aros y también collares de oro. El dueño señala que por precaución mantiene otra cantidad de joyas a buen recaudo.
Por las noches, adictos a las drogas recorren esta calle y asaltan a los vecinos. “Nos da miedo que ingresen, por eso estamos siempre atentos”, manifestó.
En la calle Figueroa, el centro artesanal Chuquiago Marka alberga al menos 20 tiendas donde ofrecen joyas, entre otros artículos. “No tenemos ni guardias de seguridad, menos vamos a contar con cámaras. Algunas dueñas quieren seguridad, otras no. Hasta que haya algo nosotros mismos cuidamos nuestros puestos”, dice Celinda (no quiso dar su apellido), propietaria de una tienda.
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