Comprando seguridad
La percepción de riesgo a ser víctima de un robo ha crecido, pero los profesionales del sector ven que la sociedad aún mantiene una relativa calma
No se vende en los estantes de los supermercados ni se anuncia en televisión y sin embargo es uno de los objetos más codiciados en estos tiempos de descalabro económico e incertidumbre generalizada: la seguridad. ¿Se puede comprar una sensación? La percepción de riesgo varía mucho de una persona a otra. Los hay que ni siquiera cierran la puerta con llave mientras otros necesitan una puerta blindada para poder dormir tranquilos. La ansiada seguridad no se puede comprar, pero sí se pueden adquirir servicios para lograrla.
El sector de la seguridad privada en Balears es grueso e incluye a un gran número de trabajadores (alrededor de 90.000) y de empresas, como Mevisa, Trablisa, Prosegur, Fichet, Eulen, Halcón Seguridad, Tomgar, G.P.S... ¿Hacen negocio en tiempos de crisis? El dinero escasea, pero ¿está la gente dispuesta a pagar con tal de evitar el miedo? Depende. Las empresas constatan que a nivel de particulares algunos servicios han caído, mientras otros se han incrementado, especialmente entre los clientes de clase media-alta que ya van a por todas con dormitorios blindados, cámaras con visión nocturna e incluso información directa al móvil de lo que pasa en el jardín de su residencia. Entre los negocios también han crecido las medidas de protección ante los pequeños hurtos (hasta las palmeras de chocolate le robaron el otro día a una panadera de Palma).
"La percepción del riesgo ha aumentado", considera Joaquín Juan, director comercial de Trablisa, "pero no hemos llegado a la paranoia", tranquiliza. Desde esta veterana empresa, que lleva más de 30 años de servicio en Balears, constatan un aumento en la demanda de todos los servicios en los últimos años.
"Hay empresas que están sufriendo robos muy importantes", razona Juan, que habla de un lógico aumento de las medidas de seguridad en los polígonos, unas zonas cargadas de valioso material que durante las vacaciones y los fines de semana quedan prácticamente desiertas: toda una tentación para los chorizos. Según sus cálculos aproximados, de las 1.600 naves que hay en el polígono de Son Castelló, apenas un centenar están sin protección, asegura.
Otro tema es el material de construcción, también un elemento muy codiciado para algunos. Con la crisis han caído las obras, pero de los pocos edificios que están en construcción, apunta, casi todos cuentan con vigilantes, algo que antes no se hacía ya que las constructoras se contentaban con tener una especie de sereno. Ahora, que se roba desde el cobre hasta el pomo de las puertas, sería impensable dejar una construcción sin vigilante.
En Mevisa, empresa de gran arriago en las islas con más de 15 años de experiencia, también han detectado que los comercios no están recortando en seguridad. Sobre todo, explican, es para protegerse de los pequeños hurtos, de los ladronzuelos que más que nada roban para comer. Serafín Rodríguez, asesor técnico de alarmas, explica que no han notado un exceso de delincuencia, sino más bien "algún que otro raterillo". Tampoco cree que en la calle haya más temor que en otras ocasiones y señala que los robos con violencia siguen siendo algo más propio de las grandes ciudades.
Mevisa se enfrenta ahora a más alarmas ´reales´ que nunca, aunque no llegan ni al 1%. Cada año atienden más de 20.000 alarmas activadas, tanto en negocios como en domicilios particulares. En 2010, apenas 52 avisos (el 0,26%) respondían a un robo auténtico tras el aviso recibido; en 2011, ha habido más de 70 alarmas reales (en torno al 0,39%). Constatan que la mayoría de casos, más del doble, llegan desde pequeños negocios como tiendas y bares, que cada vez más optan por ponerse circuitos cerrados de televisión.
A nivel de particulares la cosa varía y depende mucho de su poder adquisitivo y del tipo de vivienda en el que resida. Por ejemplo, alguien de clase media que vive en un piso normal y corriente en medio de la ciudad no suele contratar servicios de seguridad. En cambio, personas que viven en chalets o zonas aisladas, y especialmente de clase media-alta, no se la quieren jugar y han aumentado la demanda de sistemas de vigilancia en los últimos años.
"Si hace 15 años había un robo en un domicilio cada semana, ahora seguramente se produce un robo cada día", indica Joaquín Juan, de Trablisa, y por eso antes "asegurar una casa era algo raro". Su ámbito de actuación se limitaba normalmente a la administración pública, administraciones de lotería, joyerías... A día de hoy, está claro que el vecino que se pone un sistema de vigilancia en casa ya no es el extravagante de la urbanización. En los dos últimos años Trablisa ha duplicado sus actuaciones en residencias.
Últimamente, lo que más se estila es instalar un sistema exterior: "Quieren saber si alguien va a entrar antes de que llegue a la casa". Según Juan, desde hace dos años este sistema de vigilancia perimetral está imponiéndose.
Cambio de normativa
En parte, este auge se debe al cambio de normativa que se introdujo el pasado agosto, que establece que ante una alarma que suena sólo se puede avisar a las fuerzas de seguridad del Estado si hay "pruebas confirmadas" de que alguien quiere entrar en el domicilio particular. Esto es un sonido o una imagen grabada, un sensor o un vigilante que lo ha comprobado y así lo ha certificado. Es por eso, señala Juan, que muchos particulares optan por instalar sensores y un sistema de grabación que llegue al jardín de la casa, además de contratar (sólo por 8 euros más) el servicio del vigilante de zona, que se acerca en cuanto se dispara alguna alarma.
fuente:Diario de Mallorca