Las cámaras de los móvil defienden a los movimientos de protesta
La ocupación de Wall Street ganó relevancia por los vídeos "caseros" de brutalidad policial
El movimiento Occupy Wall Street ha provocado algo más que la agitación de la conciencia social de Estados Unidos. Todavía se ha de escribir su testamento para descifrar la herencia de este alboroto, que sigue pese a perder su campamento base en Zuccotti Park, cerca de la Bolsa de Nueva York, a la sombra de la gran especulación inmobiliaria de la zona cero.
Sin embargo, la acción de esta revolución pacífica y la reacción policial –con la popularización del spray de pimienta–, evidencia la confirmación de un fenómeno detectado hace un tiempo. El desarrollo tecnológico facilita que a la vigilancia institucional le salga un vigilante en casi cada uno de los ciudadanos de a pie.
Desarmados, pero con una cámara en su teléfono móvil. Es el poder disuasorio de la imagen, de propagación inmediata en Twitter o YouTube, que legitima la versión alternativa, la que siempre se descartaba ante la "verosimilitud" de la oficial.
Anthony Bologna, cargo de la policía neoyorquina, quedó retratado al ser pescado cuando rociaba con gas lacrimógeno a unas mujeres en una de las marchas de los anti-Wall Street. El vídeo callejero desmintió al portavoz del cuerpo de que ellas habían mostrado una actitud desafiante. Al agente lo han castigado con el destierro a Staten Island.
Pero en la lista de la infamia le ha desbordado un colega de Los Angeles. Hace unos días, John Pike "gaseó" con el citado aderezo a un grupo de estudiantes de la Universidad de California-Davis. Unos jóvenes sentados, de clase media y nada que ver con el frecuente calificativo de anarquistas, fueron las víctimas del desproporcionado ataque.
Hace una década, esto tal vez sólo habría sido un punto fugaz en el mapa informativo. "Ahora nosotros somos capaces de observar al Gran Hermano que predijo George Orwell, en cierto grado domamos sus excesos", afirma Micah Sifry, responsable de Personal Democracy Forum, organización que investiga el efecto de internet en la política.
"La gente utiliza su cámara como una arma no violenta", subraya Sifry. Ya fuera en Zuccotti Park o en cualquier marcha, los ojos digitales se alzaban en cuanto un uniformado se encaraba a un manifestante. Era el aviso de que el mundo entero le veía. Le decían: tú tienes tu porra, nosotros la grabación.
Según Sifry, todo esto no hace más que avalar lo que se pronosticó hace seis o siete años, aunque ha explotado ahora y ha alcanzado un carácter masivo insospechado. Él lo explica en términos de evolución humana. "El cerebro del niño se desarrolla, madura. Estamos más cerca de tener un sistema nervioso colectivo que de una manera rápida detecta un problema, procesa la información y lo pone en conocimiento de mucha gente, que empieza a comprender este fenómeno y que a diario aprende más cómo utilizarlo".
El fotoperiodista Carlos Miller, detenido en dos ocasiones por captar a policías en plena tarea, ha dejado una frase en su blog Photography is not a crime. "Por cada bote de spray de pimienta, nosotros tenemos al menos diez cámaras, por eso ganaremos esta carrera de larga distancia".
Así, la diferencia es la proliferación de imágenes paralelas, o como ha escrito James Fallows en The Atlantic, "el signo de los movimientos modernos de protesta es la omnipresencia de cámaras". Las de los manifestantes y las de la policía, que si bien antes se camuflaba, hoy exhibe sus aparatos de vídeo, en una advertencia de que también dispone de su punto de vista no manipulado.
"Son inimaginables los efectos de esta sociedad panóptica, en la que todo es visible, pero uno de los beneficios es una mayor rendición de cuentas y un test de realidad para la excusa policial de que tuvieron que usar una fuerza excesiva", dice Fallows.
En 1968, el psicólogo Bruno Bettelheim declaró que "la privacidad está constantemente bajo asalto". Más de cuatro décadas después, Jeff Jarvis matiza que "si nos obsesionamos con la privacidad, perderemos oportunidades de hacer conexiones en esta época de enlaces".
Jarvis, pensador optimista sobre las redes sociales, sale en defensa de lo público en su último libro Public parts, de reciente aparición. "Disponemos de las herramientas de lo público para controlar el poder del gobierno. Internet es la nueva gran plaza". Bajo su prisma, "lo público es el emblema del cambio de era, amenaza a las instituciones cuyo poder viene investido por el control de la información y las audiencias".
Y remarca: "La progresión hacia una sociedad más pública resulta inevitable. Resistirse es estéril. Pero la forma que adoptará esta sociedad no está decidida. Hemos de determinar cómo utilizar las herramientas".
Sifry comparte la lectura positiva de los recientes acontecimientos, aunque reconoce las sombras. En general se acepta que, cuando alguien es vigilado o cree que lo está, su conducta mejora. Esta teoría se puede aplicar a la policía, sostiene. No olvida, sin embargo la cada vez mayor militarización y sofisticación de esos cuerpos que no se crearon con el objetivo de combatir al enemigo, sino para dar protección al ciudadano. De ahí que no descarte una mayor polarización entre unos y otros.
"Coincido en que es bueno que Occupy Wall Street exponga la brutalidad policial con sus cámaras, aunque ha de llegar el momento en que se organice el mismo escándalo cuando los gaseados sean chicos negros y no estudiantes blancos".