Por las tardes y noches, modifican su forma de actuar. Operan desde el SATE (Servicio de Atención al Extranjero), una oficina de la Benemérita en Magaluf que fue pionera en España. Un teniente, el mando del equipo, les da una breve charla y acto seguido los agentes especiales se ponen en marcha. Unos patrullas las playas y otros, con cadenas y pinchos, cortan calles y carreteras para montar controles relámpago. Hoy en día, con las nuevas tecnologías, los conductores se van avisando a través de wasaps y otros sistemas de mensajería, por lo que los GRS permanecen, como mucho, diez minutos en un mismo lugar.
No dan, pues, tiempo a que los chivatos den la alarma. Están equipados con unas tablets que incluyen el dispositivo SIGO (Sistema Integral de Gestión Operativa). Un monstruo digital capaz de rastrear DNI, identidades y matrículas a una velocidad pasmosa. Un banco de datos portentoso. Los GRS se mueven en unos potentes todoterreno de la marca Toyota y tan rápido como aparecen en una calle, desaparecen. Prácticamente se esfuman.
Éxito
De momento, el operativo especial coordinado desde la Comandancia benemérita es un éxito y la presencia de este grupo llegado desde la Península está blindando los núcleos turísticos calvianers, antaño tan conflictivos en verano. Ni Punta Ballena, la conocida como avenida del vicio, es ya lo que era. Magaluf está cambiando a pasos agigantados, dignificándose, y la presencia en sus calles de estos hombres de negro apuntala esta transformación empresarial y social. Al caer la noche, unos británicos un poco perjudicados la lían en una terraza. Pero al ver pasar a los GRS dejan de vociferar y se sientan. Mano de santo.
Fuente: Ultimahora