Radiografía del golpe de la droga

 

Emplearon inhibidores de frecuencia para acercarse a la nave sin ser detectados por los sensores y luego cortaron el cableado.Los ladrones tardaron menos de un minuto en forzar la puerta del depósito e inutilizar la alarma.

Ni las cámaras de seguridad, ni los detectores de movimiento, ni los sensores sísmicos, ni la alarma. Fue un golpe limpio, casi sin huellas. Por no dejar, los ladrones se llevaron hasta el disco duro donde quedaban registradas las imágenes captadas por la videovigilancia. Una semana después, el robo al depósito de la droga sigue rodeado de incógnitas.
La banda que asaltó la nave donde se guardan los alijos intervenidos en operaciones policiales tuvo que planificar el golpe al milímetro. El almacén, ubicado en el recinto portuario, a la altura de Muelle Heredia, dispone de siete cámaras interiores y cinco exteriores que están conectadas a la central de la empresa de vigilancia privada contratada por la Subdelegación del Gobierno para custodiar el edificio. El puesto de la Guardia Civil en el puerto, que está a muy pocos metros de distancia, recibe en tiempo real estas imágenes.
La señal que llegaba al cuartel falló en tres ocasiones antes de las cuatro de la mañana del sábado, según fuentes cercanas al caso. A la cuarta, se perdió la imagen y hubo que 'resetear' el monitor, sin éxito. Seguramente, en esos momentos los ladrones acababan de cortar el cableado del sistema de videovigilancia que rodea la nave. Emplearon inhibidores de frecuencia para evitar ser detectados por los sensores.
El bombín de la puerta del almacén fue literalmente succionado utilizando una instrumento que en el argot policial se conoce como sacacorchos. Los ladrones, calculan las fuentes, contaban aproximadamente con un minuto para desconectar el sistema de alarma antes de que se activara y alertara a los agentes del cercano cuartel de la Guardia Civil.
Una vez allanado el camino, introdujeron en la nave una furgoneta Iveco Daily que, al parecer, habían sustraído horas antes a unos comerciantes de origen chino que regentan un negocio de venta al por mayor de artículos de alimentación en un polígono de la capital.
Su objetivo era la cámara acorazada de 100 metros cuadrados que cuenta con una docena de detectores sísmicos en sus paredes para registrar vibraciones o perforaciones en los mismos. Pero la banda ya había saboteado el sistema. En el interior del búnker había 300 kilos de droga en polvo, entre cocaína y heroína. El botín que iban buscando. De hecho, desdeñaron una partida de diez mil kilos de hachís que estaban preparados para su destrucción, y que eran mucho más accesibles.
Para atravesar estos muros, los asaltantes llevaban en el vehículo una lanza térmica, una especie de soplete gigante capaz de taladrar cualquier metal. Esa herramienta, que habla del grado de profesionalidad de los cacos, les permitió trazar un agujero en el muro de la cámara, a través del cual sacaron la droga. Del búnker también se llevaron el disco duro donde quedaban registradas las imágenes de las cámaras. El único rastro que dejaron fue la furgoneta sustraída, que apareció parcialmente calcinada en un polígono de Málaga.
La Policía Nacional, que se ha hecho cargo del caso, ha creado un equipo de trabajo integrado por especialistas de Udyco (drogas), Udev (robos), Científica y Seguridad Privada para investigar el asunto. Una de las hipótesis que manejan, y que consideran la más plausible por el grado de planificación del golpe, apunta a que los cacos contaron con información interna para perpetrar el asalto.